V铆ctor Hugo Morales

Reflexiones sobre el libro Un ciudadano com煤n en dictadura de V铆ctor Hugo Morales y otros documentos.

 

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V铆ctor Hugo Morales and Prof. Jorge Majfud, Caras y Caretas Theater, Buenos Aires, 2023. (Picture: )

 

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Reflexiones sobre el libro Un ciudadano com煤n en dictadura de V铆ctor Hugo Morales y otros documentos.

 

Jorge Majfud 

(Texto con Copyleft; derecho a reproducir con permiso del autor)

 

 

Una hip贸tesis

 

En Un ciudadano com煤n el autor reconstruye sus memorias de las dictaduras del R铆o de la Plata a partir de fragmentos de documentos parcialmente desclasificados en Uruguay en 2012 y, en un n煤mero mayor, diez a帽os despu茅s. Si hacemos un esfuerzo de destilaci贸n de la ca贸tica masa de informaci贸n disponible para identificar y comprender el centro gravitatorio de lo que podr铆amos llamar 鈥淓l caso V铆ctor Hugo鈥, entiendo que radica en el fen贸meno comunicacional centrado en su persona. No en sus ideas. No en teor铆as. No en su militancia. No en el poder de alg煤n cargo pol铆tico en el Senado, en alg煤n ministro o como director de alg煤n poderoso organismo estatal, como el Ente Nacional de Comunicaciones. 

V铆ctor Hugo Morales no es Noam Chomsky. No es Rodolfo Walsh. No es Maradona. Menos es la montonera Patricia Bullrich, hoy escudera de la represi贸n neoliberal y r茅mora perenne del poder de turno. No es uno de los miles de obreros, periodistas, profesores y sindicalistas torturados y desaparecidos durante las dictaduras del Rio de la Plata, hoy hundidos en el estrat茅gico y conveniente olvido.

La dictadura uruguaya estaba convencida de que V铆ctor Hugo ten铆a aspiraciones pol铆ticas, a pesar de no ser un militante. Por a帽os intentaron resolver un acertijo y no pudieron. Luego, en democracia, Morales rechaz贸 ofrecimientos de los presidentes Tabar茅 V谩zquez de Uruguay y N茅stor Kirchner de Argentina. 

Entonces, 驴por qu茅 esa obsesi贸n en diferentes tiempos hist贸ricos con alguien que no era ni pol铆tico, ni militante, ni un fil贸sofo peligroso para el sistema nacional e internacional? Entiendo que hay algo, un fen贸meno no estudiado en la personalidad que, por razones o misterios, radica en la preocupaci贸n del poder (del verdadero poder, no apenas del poder pol铆tico) por una personalidad magn茅tica que s贸lo con su voz y talento convert铆a en 茅xito popular lo que tocaba. Peor a煤n: alguien sin la fuerza de la promoci贸n de los grandes capitales que, de esa forma, no s贸lo dominan y controlan el cosmos narrativo, sino que, adem谩s, tiene una explicaci贸n f谩cil: el dinero de la oligarqu铆a criolla y de los centros financieros del centro noroccidental. Es decir, algo, alguien fuera de control, escudado en un repetido 茅xito que, para peor, no se pod铆a explicar de una forma simple鈥暵縬u茅 m谩s simple que la fuerza del dinero ilimitado y descontrolado? 

颁茅濒别产谤别 desde el margen ideol贸gico significa peligroso. De ah铆 la repetida recomendaci贸n de que todos los cr铆ticos se vayan a vivir a una isla en el Pac铆fico o que se hundan en la pobreza para 鈥渘o caer en contradicci贸n con su ideolog铆a鈥. Esa cl谩sica narrativa barom茅trica que abona los hongos en los rincones oscuros y fracasados de la historia. 

Nadie mejor que quienes dise帽an el mapa del mundo desde el poder hegem贸nico han entendido que la realidad simb贸lica (desde mitos hasta dogmas) es mucho m谩s poderosa que la realidad material, que es su objetivo final. Simb贸lico es el dinero y sus ideolog铆as; simb贸lico son las ideas de libertad de los esclavistas. Simb贸licos son los ejemplos de otras formas de ser, que el poder imperial siempre se ha encargado de destrozar a trav茅s de intervenciones liberadoras (invasiones, guerras, golpes de Estados, deudas parasitarias, acoso medi谩tico) antes de que se conviertan en 鈥渕al ejemplo鈥. La crucifixi贸n, ejecuci贸n o desmoralizaci贸n del individuo molesto (sin 茅xito no hay molestia) ha sido siempre otra y la misma estrategia aplicada a pa铆ses y a 鈥渞eg铆menes鈥 no alineados. 

Para un sistema socioecon贸mico y para la cultura del monopolio de la narrativa dominante en la Post Guerra Fr铆a (el Modelo 脷nico: 鈥渟贸lo existe un modelo de 茅xito social鈥, en palabras de Condoleezza Rice, entre otros) y, m谩s recientemente, en la crisis de la hegemon铆a occidental postcapitalista, que un individuo sin poder pol铆tico, sin cargos oficiales, sea el repetido centro del descr茅dito de los escuderos del sistema es por dem谩s significativo. 

La particularidad e iron铆a del t铆tulo de este libro, Un ciudadano com煤n en dictadura, radica en que los problemas del autor con la dictadura consist铆an en que, a juzgar por sus propios informes, los militares de entonces no lo consideraban un ciudadano com煤n. Probablemente algunos no lo consideraban ni siquiera un ciudadano. Como fue el caso de muchas v铆ctimas de la brutalidad 鈥淪alvadora de la Civilizaci贸n Judeocristiana Occidental鈥 (como prefer铆an llamarlo los generales, repitiendo el manual escrito en Virginia; el fascismo siempre ha sufrido de megaloman铆a hist贸rica) como el del chileno Orlando Letelier o del uruguayo Wilson Ferreira Aldunate, bien pudo haber sido considerado para ser despojado de ese derecho civil. 

El sustituto a perder la ciudadan铆a fue, para miles en el destierro, el exilio. El exilio obligado o el 鈥渆xilio voluntario鈥濃晆n ox铆moron existencial, si los hay.

 

 

La frontera del Rio de la Plata

 

Como millones de uruguayos y argentinos, tengo con el autor historias en com煤n. No son historias m铆nimas. Como tal vez pocos, luego de publicar m煤ltiples art铆culos y algunos libros relacionados con esos tiempos oscuros, yo tambi茅n le铆 mi nombre, fechas y datos personales en los mismos archivos de la dictadura cuando se desclasificaron en 2023. Hasta ahora, ninguna nueva revelaci贸n oficial ha contradicho nuestras memorias personales y familiares, sino todo lo contrario. 

Nos separaba una generaci贸n. En la c谩rcel de presos pol铆ticos de Libertad en San Jos茅, Uruguay, introduje mensajes prohibidos desde los siete hasta los nueve a帽os. En Colonia, y a media madrugada de distancia, yo pasaba con mi hermano mayor los meses de verano en la granja de mis abuelos. All铆, alrededor de un farol de mantilla escuchamos las historias de visitantes sobre los vuelos de la muerte, m谩s de una d茅cada antes de las confesiones del capit谩n Adolfo Scilingo. Por entonces, pens茅 que la gente hace el bien por necesidad y el mal por placer. Desde entonces, he intentado refutarme esta observaci贸n, con relativo fracaso.

Mientras arri谩bamos las vacas, plant谩bamos papas o recog铆amos tomates, escuch谩bamos las radios de Montevideo y Buenos Aires en una Spika. Aunque mis abuelos ten铆an un peque帽o televisor blanco y negro que s贸lo agarraba canales de Buenos Aires y que funcionaba con una bater铆a que durante el d铆a cargaba el viento, la radio sol铆a ser m谩s libre que la televisi贸n. Un ejemplo era Radio Colonia, 鈥la radio m谩s a la izquierda del dial鈥, como se anunciaba mientras emit铆a para Argentina m谩s que para Uruguay. Buenos Aires estaba tan cerca que en d铆as claros se pod铆a ver el perfil alto de los edificios. 

No procedemos de familias futboleras, pero la voz de V铆ctor Hugo siempre fue una marca misteriosa en el dial. Si en alg煤n momento te cruzabas con ella escaneando el dial, all铆 te quedabas. 

 

 

Los hechos

 

En su libro Un ciudadano com煤n鈥, el autor recuerda que en 1980 estuvo preso 27 d铆as por un incidente menor y por dem谩s com煤n: una escaramuza en una cancha de futbol de barrio, en Montevideo. Los hechos y los indicios que siguieron dejan poco margen para la duda: concluir que no se trat贸 de una provocaci贸n para criminalizarlo es forzar la l贸gica de los hechos y apostar todo por una coincidencia c贸smica, por una alineaci贸n de planetas. 

Este hecho, aparentemente trivial, terminar铆a por revelarse como uno de los pivotes de la historia. M谩s que eso, revela el funcionamiento de una dictadura a la uruguaya: n煤meros de desaparecidos que no compiten con los desaparecidos en Argentina, Chile o las dictaduras en Am茅rica Central, pero no de sus efectos devastadores en los sobrevivientes. La dictadura a la uruguaya fue un terror omnipresente, como todas las dem谩s, pero con ese toque onettiano de la vana y persistente llovizna gris. 

El mayor problema de la dictadura no era tanto que el periodista estuviese involucrado con a la izquierda militante del momento, m谩s all谩 de algunos amigos, como el pol铆tico comunista Germ谩n Araujo (a quien visti贸 cuando realizaba su huelga de hambre en Montevideo y luego entrevist贸 en Buenos Aires), sino por ejercer un arte que se hizo conocido en varias disciplinas: decir con s铆mbolos y met谩foras lo que, de otra forma, ser铆a castigado con la censura directa. 

En 1973, en plena dictadura militar brasile帽a, Chico Buarque y Gilberto Gil compusieron C谩lice (鈥Pai, afasta de mim esse c谩lice / de vinho tinto de sangue鈥 (鈥淧adre, aparta de m铆 este c谩liz / de vino tinto, de sangre鈥 o 鈥渄e un vino te帽ido de sangre鈥) con un coro que repet铆a el sustantivo c谩lice, el cual en portugu茅s tiene la misma fon茅tica que el imperativo cale-se (c谩llese). Nuestro amigo Eduardo Galeano record贸 alguna vez que los dibujos de p谩jaros estaban prohibidos en el Penal de Libertad, por lo cual una ni帽a le dibuj贸 a su padre un 谩rbol lleno de ojos鈥昫e ojos de p谩jaros escondidos. Para el refer茅ndum de 1980, la publicidad a favor del No estaba prohibida, por lo que la gente conduc铆a con los limpiaparabrisas en movimiento los d铆as de sol, significando dos dedos en signo de negaci贸n. O como el mismo Morales menciona, se acentuaba el no en frases como 鈥淣o鈥 jugar谩 Rampla鈥. O, cuando transmiti贸 el partido entre Bolivia y Venezuela (en Venezuela los exiliados le ped铆an dejar el micr贸fono de ambiente abierto, algo que molestaba a los militares) y el resultado dej贸 a Uruguay afuera 鈥渄el mundial que no pod铆a estar ausente鈥 (1978), V铆ctor Hugo cerr贸 con 鈥Buenas tardes鈥 Pa铆s del do濒辞谤鈥.&苍产蝉辫;

En el caso de V铆ctor Hugo se dio una paradoja que se explica por la paranoia propia de los fascistas. El periodista Jorge Crossa recuerda que los militares grababan cada uno de sus programas, buscando frases con contenido oculto, lo cual llevaba a lo que Umberto Eco llamar铆a sobreinterpretaciones. Seg煤n Crossa, 鈥las frases que se le ocurr铆an a VH, en pleno relato, que no ten铆an nada que ver con la represi贸n鈥 eran interpretadas como mensajes ocultos. Un ejemplo claro es mencionado durante el Mundialito organizado en 1980 entre las selecciones campeonas del mundo y que Uruguay gan贸 con la m煤sica no oficial promovida por V铆ctor Hugo y sus compa帽eros de Radio Oriental. Me refiero a la expresi贸n popular (sobre todo rural) de 鈥no tiene gollete鈥 (no tiene sentido), que los militares la interpretaron como una alusi贸n al dictador Goyo 脕lvarez (en el R铆o de la plata la ll y la y tienen el mismo sonido fricativo /蕛/). La paradoja era doble, y explica ese arte del camuflaje pol铆tico y po茅tico que el mismo Crossa menciona en otra p谩gina: 鈥pero cuando [V铆ctor Hugo] dec铆a algo fuerte, tipo mensaje, no se percataban鈥.&苍产蝉辫;

Es un arte que se remonta a los tiempos de Ner贸n, cuando los escritores de los Evangelios usaron el n煤mero 666 para nombrar a la bestia del emperador. En el Uruguay de entonces, un pol铆tico y acad茅mico que practic贸 esa disciplina fue Enrique Tarigo. Morales recuerda haber le铆do uno de sus art铆culos en El Dia, donde Tarigo acu帽o la expresi贸n 鈥渃iudadanos de primera y de segunda鈥. Morales us贸 esa misma expresi贸n en el relato de uno de los partidos del mundial juvenil de Tokio, en 1979. En el 煤nico debate televisado sobre el plebiscito de 1980 que definir铆a la perpetuidad de la dictadura militar, junto con el colorado Enrique Tarigo en favor del No, estuvo el blanco Eduardo Pons Etcheverry, quien plant贸 la met谩fora de 鈥渟iempre hay rinocerontes鈥 (conformistas o colaboradores por conveniencia), aludiendo a la obra del rumano Eugene Ionesco鈥晄utileza uruguaya que hoy, debido al derrumbe de la educaci贸n ilustrada, hubiese pasado desapercibido.  

En 1976, por primera vez en la historia del f煤tbol uruguayo, un equipo chico, Defensor, sali贸 campe贸n de la liga nacional. El t茅cnico era el profesor Jos茅 Ricardo de Le贸n, un entrenador politizado, como fue m谩s tarde el caso del doctor S贸crates en Brasil, el jugador de la mejor selecci贸n brasile帽a de la historia (1982) y l铆der del experimento 鈥淒emocracia corinthiana鈥 (los jugadores votaban sobre las decisiones m谩s importantes del t茅cnico) que se enfrent贸 a la dictadura militar y a la improbabilidad de salir campe贸n sin la tradicional estructura pol铆tica. 

Seg煤n el futbolista Julio Filippini, Morales fue el 煤nico periodista en seguir y transmitir los partidos de Defensor hasta el final. Para peor, en 1976, en lugar de censurar un saludo de Filippini a su hermano y a sus compa帽eros presos en el Penal de Libertad, Morales le agradeci贸. Lo detuvieron y, en un cuartel del Prado, le hicieron escuchar su propia grabaci贸n al 鈥渃omunista incorregible鈥, como era conocido entre los uniformados. Luego del interrogatorio de m谩s de tres horas, lo clasificaron, como sol铆a hacer la dictadura, en este caso con una iron铆a: 鈥渢iene tarjeta amarilla鈥. A los investigadores de La Estanzuela los clasificaban por niveles de fidelidad al r茅gimen con A, B y C, con lo cual forzaron inminencias como el ingeniero Jos茅 Lavalleja Castro a irse del pa铆s.

En 1980, de regreso de Holanda, fue detenido en el avi贸n que acababa de aterrizar en Montevideo. El cargo, la famosa trifulca del partido de barrio, no guardaba ninguna proporci贸n con el procedimiento de arresto. Tres d茅cadas despu茅s, algunos periodistas ejercitar谩n lo que en ingl茅s se conoce como 鈥cherry picking鈥 (recolecci贸n de cerezas), la selecci贸n parcial de hechos y de datos convenientes para probar una tesis que se quiere probar sin considerar el contexto del momento. Esa cereza fue la relaci贸n de V铆ctor Hugo Morales con el mayor Grosso. 

Cuando su hermano Jos茅 Pedro Morales estuvo desaparecido por tres d铆as, V铆ctor Hugo lo busc贸 por cuarteles y hospitales. En esta b煤squeda colabor贸 el mayor Juan Carlos Grosso, poco despu茅s enviado a India. Finalmente, V铆ctor Hugo encontr贸 a su hermano en una celda de la Jefatura Central y all铆 qued贸 preso 茅l tambi茅n por un mes. Una vez liberado, la dictadura militar le prohibi贸 la entrada a cualquier estadio de futbol. 

El hecho de considerarse 鈥渦n hombre de izquierda鈥 aunque (驴o por eso mismo?) sin aspiraciones pol铆ticas; el hecho de tratarse de una voz joven y de creciente popularidad, cerraba en la ecuaci贸n de individuos peligrosos. 

Algo parecido ocurri贸 a帽os despu茅s cuando el mismo entrenador de la selecci贸n argentina, campeona del mundo por obligaci贸n en 1978, C茅sar Luis Menotti, denunci贸 a la dictadura de su pa铆s en Radio Colonia. Aparte de este momento escuchado y comentado en la granja de mis abuelos en Colonia en los 80s, no he encontrado grabaci贸n de este momento. Nunca pude olvidar a mi abuelo, quien hab铆a sido torturado por la dictadura y detestaba el f煤tbol por el Mundial del 78, aplaudiendo a Menotti con una lentitud reflexiva en la soledad de la cocina. M谩s tarde, no pocos escribas de los medios acusaron a Menotti de contradictorio y de colaborar con la dictadura, siempre desde una posici贸n de seguridad personal. 

El mismo caso fue el de Jorge Bergolio. Cuando en el 2013 se lo eligi贸 Papa, recib铆 un correo de buenos amigos, acad茅micos argentinos, solicit谩ndome firmar una carta de protesta por el rol en la dictadura del nuevo Papa, les ped铆 que me dieran un par de d铆as para estudiar los documentos disponibles. Yo sab铆a que ten铆a una predisposici贸n negativa contra la c煤pula de la iglesia en Espa帽a, en 脕frica y en Am茅rica Latina, c贸mplice de las dictaduras militares y socios de la oligarqu铆a de cada pa铆s, por una raz贸n de conciencia de clase鈥昫ominante. Por las mismas razones, ten铆a una predisposici贸n negativa contra El Vaticano, luego de que el Papa Juan Pablo II y su cardenal estrella en los 80s y luego Papa 茅l tambi茅n, Joseph Ratzinger, hab铆an perseguido a los te贸logos de la liberaci贸n por meter a la pol铆tica dentro de la iglesia y distraer as铆 a los pobres de su verdadero objetivo, la salvaci贸n de sus almas, mientras ellos mismos, el Papa y su cardenal escudero, no disimulaban su activismo anticomunista en Europa y condonaban las dictaduras fascistas y colonialistas en el Sur Global. Muchos de aquellos 鈥渃uras rojos鈥 fueron asesinados y no hubo l谩grimas ni santificaciones que los revindicara. 

Consciente de mi bias personal, me tom茅 un tiempo para hurgar entre los documentos disponibles. S铆, hab铆a algunas trascripciones donde los sacerdotes parec铆an tener un di谩logo amable con algunos militares, pero mi respuesta definitiva fue no. 鈥淣o firmar茅 y les recomiendo que no publiquen esa misiva鈥. 驴Por qu茅? Bastaba con poner los documentos en su 茅poca y recordar lo que vivimos nosotros mismos como ni帽os, quienes deb铆amos mentir en la escuela para proteger a nuestros familiares. Si se le铆a entre l铆neas esos documentos, se pod铆a entender la misma tensi贸n disimulada de sonrisas amables (algo que traduje en algunas de mis novelas, como El mismo fuego). No s贸lo la tensi贸n, sino la necesidad de aquellos religiosos de mantener una puerta abierta para reclamar por algunos desaparecidos. 

Colaborar es otra cosa: es beneficiarse del dolor ajeno, no ensuciarse con el barro de la realidad para aliviar el sufrimiento propio y ajeno. Incluso de joven, siempre tuve por alta estima a aquellos que sufrieron tortura y no dijeron ni una sola palabra, pero m谩s tarde reflexion茅 que los otros que s铆 se quebraron ante el tormento (conoc铆 y escuch茅 muchos de estos testimonios de hombres y mujeres) no pod铆an ser juzgados de ninguna forma. Mucho menos por aquellos que no tuvieron que pasar por situaciones similares de terror, ni a miles de kil贸metros de distancia. Tampoco juzgo a quienes no tienen poder y a煤n hoy deben callarse para sobrevivir, pero si tengo que ser duro en un juicio prefiero serlo con aquellos que, luego de pasado el Terrorismo de Estado, contin煤an hoy justific谩ndolo. A aquellos como mi querido padre, que justific贸 la dictadura como 鈥渦n mal necesario鈥 cuando todav铆a no acababa pero que a帽os despu茅s reconoci贸 que, 鈥渟铆, fue terrorismo de Estado鈥. A esos les reservo un abrazo y mi solidaridad鈥昻o a quienes, teniendo toda la informaci贸n y el conocimiento de los hechos hoy contin煤an justificando la muerte, la opresi贸n ajena y el colaboracionismo mayor, madre de todas las desgracias del Sur Global, como lo es el cipayismo funcional al imperialismo que contin煤a vivo y no ha perdido sus pr谩cticas criminales.

No sin otra magn铆fica iron铆a, para parafrasear a Jorge Luis Borges, C茅sar Luis Menotti, el DT de la selecci贸n que gan贸 el mundial del 78, estuvo contra la dictadura. Por su parte, al regreso del Estado de Derecho, Carlos Bilardo, el DT campe贸n del mundial del 86, mantuvo una posici贸n m谩s bien ausente ante el pasado y luego del juicio a los violadores de los Derechos Humanos. Tanto como para que el presidente libertario Javier Milei se declare 鈥渙rgulloso bilardista鈥. No sin iron铆a, tambi茅n, Menotti dej贸 a Maradona fuera del mundial de 1978, de lo cual luego se arrepinti贸, y Bilardo fue campe贸n probablemente porque tuvo a la mejor versi贸n del mejor futbolista鈥昬l 煤nico futbolista m谩gico que tuvo la historia registrada por las c谩maras de televisi贸n. 

D茅cadas despu茅s llegar谩n las cr铆ticas contra V铆ctor Hugo Morales por celebrar la victoria de Argentina en el mundial. En una carta a Clarisa, asistente de Estela de Carloto, con una humildad moral que se echa de menos en sus j贸venes cr铆ticos, Morales reconoci贸: 鈥Cuando escucho las historias de c贸mo las v铆ctimas de los militares celebraban el paso victorioso de la selecci贸n argentina, siento algo de alivio. Con respecto a aquella cerraz贸n en medio de la cual segu铆amos los episodios de entonces鈥 Me hubiera gustado ser mejor, y en eso estoy ahora鈥.

Pero hay que crucificar a quien, perseguido y desencajado en el nuevo contexto, ech贸 mano a los conocidos que ten铆a para ubicar a su hermano o para que no le prohibieran seguir trabajando. Como si trabajar para sobrevivir en una dictadura fuese un acto colaboracionista. Todos aquellos que sufrimos la dictadura de primera mano sabemos qu茅 significa esto. Quienes no, pueden darse el lujo de posar como la Madre Teresa y las Carmelitas descalzas. Me explicar茅 con otro ejemplo personal鈥昿or lo general, conocemos nuestras propias vidas un poco mejor que las vidas ajenas. 

Una noche de 1977 o 1978 mi madre lleg贸 a la casa y se puso a llorar. Por entonces lloraba con frecuencia. M谩s all谩 de sus problemas de depresi贸n, ten铆a razones de sobra que incluso hoy hubiesen hecho un diagn贸stico preciso algo imposible. El acoso y castigo de los militares fue al mismo tiempo sutil y brutal. Pese a tener t铆os militares, los soldados destruyeron el dormitorio que compart铆a de ni帽o con mi hermano y jugaron a f煤tbol con la cabeza de una de las esculturas de mi madre. Por no seguir con la tortura a su padre y a su hermano, hechos que ha narrado en otro lugar. Pero el momento que ilustra mis observaciones anteriores sobre el vicio de juzgar a los dem谩s sin ver la paja en el ojo ajeno, se refiere a uno de sus trabajos para las escuelas p煤blicas. Ella hab铆a terminado un busto de Artigas y debi贸 inaugurarlo rodeada de militares. No pod铆a negarse. En una foto que sobrevive, se la puede ver mirando hacia el suelo, con un gesto pensativo que contrasta con los rostros sonrientes de los oficiales. En ese momento ten铆a un hermano a cientos de kil贸metros, peso en el Penal de Libertad. Casi toda su familia hab铆a sufrido la tortura, la c谩rcel o el exilio sin haber disparado un solo tiro. Ella odiaba profundamente a los torturadores de su padre y de su hermano que, aparte del c茅lebre psic贸pata capit谩n Nino Gavazzo, eran nuestros vecinos. Yo mismo deb铆 practicar ese arte de la mentira civil cuando, en la escuela primaria, las maestras nos sacaron a la calle para que aplaudi茅semos al dictador Gregorio 脕lvarez que visitaba el pueblo y nos regalaba el honor de pasar por aquella pobre y polvorienta avenida. Aunque ten铆a nueve a帽os, el m铆o no era un aplauso inocente. Luego de pasar varios mensajes prohibidos a la C谩rcel de Libertad, sab铆a perfectamente que aquello de 鈥el pa铆s de la paz y la libertad鈥 era una farsa dolorosa y, sobre todo, que la versi贸n oficial de la realidad no es confiable. La 煤nica vez que se me escap贸 鈥eso es lo que dicen los diarios鈥 (ir贸nicamente, yo era el 煤nico ni帽o que recib铆a y le铆a un diario cada d铆a, el diario de la dictadura El Pa铆s; el resto de mis compa帽eros era, por lejos, m谩s pobres que yo, el hijo del carpintero), la maestra me puso en penitencia mirando la pared blanqueada de cal por el resto del d铆a. Nunca le guard茅 rencor a la maestra Griselda. De hecho, le ten铆a estima. Siempre imagin茅 que tambi茅n ella era otra v铆ctima del mismo terrorismo.

Cuando alguien grit贸 que el presidente estaba por pasar, aplaud铆 por obligaci贸n. Poco antes, un hombre hab铆a intentado tirarse frente al tren que pasaba por all铆 todas las ma帽anas. Lo detuvo la polic铆a que esperaba al presidente y los ni帽os festejaron porque hab铆an salvado al loco de suicidarse. A煤n recuerdo su rostro resignado, algo parecido al de mi madre, con la mirada perdida, sin decir nada m谩s que reconocer la derrota. 

Luego, en un pa铆s en que la mitad demostr贸 su cobard铆a al ratificar la renuncia a enjuiciar a los militares torturadores en el refer茅ndum de 1989, que se salte arriba de aquellos que debieron navegar y sobrevivir a la tormenta de la dictadura, me parece una cobard铆a doble o una demostraci贸n de que nunca entendieron nada鈥昻i les importa.

Es en este contexto que leo la historia de V铆ctor Hugo y la arremetida m谩s reciente de sus cr铆ticos. Uno de los episodios m谩s debatidos consiste en lo que el periodismo amarillista en Uruguay titul贸 hace una d茅cada como 鈥Discurso de V铆ctor Hugo Morales en el Batall贸n Florida鈥. A partir de 2009 se insiste en desmentir que 鈥渓a figura inc贸moda鈥 hubiese sido perseguido por la dictadura uruguaya. Una forma de inicio del actual negacionismo en el Cono Sur. 

Los documentos desclasificados a帽os despu茅s prueban que s铆 hubo persecuci贸n y, algo com煤n en la 茅poca, acoso, varias detenciones y hasta un mes de c谩rcel. El intento de desenmascarar a un colega termin贸 prob谩ndose como el desenmascaramiento de los bajos instintos de los periodistas respaldados o promovidos por grupos de inter茅s como el Grupo Clar铆n. Sin embargo, lejos de alg煤n reconocimiento de error o, al menos, un silencio terap茅utico, se redobl贸 la apuesta.

La acusaci贸n de ambig眉edad ideol贸gica tambi茅n ignora la contingencia de la 茅poca y hasta la insistente ambig眉edad pol铆tica que rodeaba a gran pare de la poblaci贸n: Wilson Ferreira Aldunate era la figura del Partido Blanco (tradicionalmente, el partido conservador, el partido de la CIA en los 50s) y fue perseguido y exiliado por la dictadura. Muchos militantes de la izquierda en Uruguay dudaron, por mucho tiempo, si los militares uruguayos que removieron al art铆fice de la estocada final contra la democracia, el presidente Juan Mar铆a Bordaberry, eran fascistas o una versi贸n de la izquierda independentista del dictador y reformista peruano Juan Velasco Alvarado. 

Luego de la vuelta manca, chueca y tuerta de la democracia en 1985 con elecciones limitadas meses antes y la permanencia del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) dentro del 鈥済obierno democr谩tico鈥, los militares continuaron usando el aparato de inteligencia de la dictadura para espiar a cualquiera de los ciudadanos con ideolog铆as que no coincidieran con la 鈥渟eguridad nacional鈥, escrita y donada por la CIA y al Escuela de las Am茅ricas a finales de los a帽os cincuenta y poco antes de plantar a su candidato, Benito Nardone, en la presidencia de Uruguay. 

En todos los informes y reportes de la dictadura uruguaya, Morales continu贸 apareciendo como un zurdo peligroso, algo que ni el mismo afectado negaba, sino todo lo contrario. Algo que molesta hasta hoy鈥昻o que haya sido y sea, como cualquiera de nosotros, un ser humano sobreviviendo en un mundo de contradicciones propias y ajenas. 

Cuando conocidas figuras del periodismo argentino fueron a buscarlo a Montevideo, no s贸lo la inteligencia uruguaya, sino tambi茅n la argentina, tom贸 nota. La identificaci贸n tanto con el comunismo como con los tupamaros (hoy en veredas opuestas en Uruguay) ni siquiera se aproximaban a describir al periodista que hab铆a nacido con una estrella y que todos quer铆an, por diferentes razones y en diferentes generaciones, bajarla. 

Varios de sus colegas que navegaron la tormenta de los 70s, como Jorge Crossa, afirmaron en sus memorias que los militares 鈥lo consideraban un tipo peligroso鈥. 驴Por qu茅? Reconociendo la importancia pol铆tica y militante de otros que pagaron un precio m谩s alto que el que se le impuso a 茅l, Morales reconoce: 鈥淵o era tan solo un tipo molesto por ser muy conocido鈥. Entiendo que esa misma molestia que provoc贸 por su fama durante la dictadura, inspir贸 libros y art铆culos de algunos colegas, d茅cadas despu茅s de la tormenta fascista. Me refiero a aquellos que se tomaron una gran suma de tiempo y esfuerzo para escribir sobre las supuestas tibiezas y contradicciones de Morales, desde una posici贸n de seguridad c铆vica y personal, cuando era el momento no de crucificar actores que intentaban sobrevivir en un estado de terrorismo permanente, sino de apuntar a aquellos que continuaban y contin煤an hoy revindicando con pasi贸n el fascismo, la crueldad de los amos, la funcionalidad de cipayos y colonialistas, y la explotaci贸n de los despojados.

El 5 de octubre de 1984, particip贸 en una reuni贸n en el Hotel Conquistador que el Partido conservador de Uruguay, el Partido Nacional, recib铆a a uno de sus l铆deres m谩s carism谩ticos de su historia y, a la vez, m谩s asociado con los movimientos progresistas del exilio. Poco despu茅s, la dictadura uruguaya lo detuvo en el puerto de Montevideo. En 2024 publiqu茅 1976. El exilio del terror sobre el terrorismo de Miami y de las dictaduras latinoamericanas. All铆 intent茅 reconstruir el atentado con autobomba que mat贸 a Orlando Letelier en Washington. El hijo de Wilson Ferreira Aldunate, Juan Ra煤l, me envi贸 sus memorias sobre esa 茅poca. Por entonces, su padre estaba en la mira de Operaci贸n C贸ndor y 茅l trabajaba en el Institute for Policy Studies (IPS) de Washington, con Letelier y otros investigadores de pol铆ticas sociales de la 茅poca.

Al igual que las dictaduras uruguaya y argentina, ya en democracia (o como se llame), el grupo Clar铆n, conocido por su mafia legal de las comunicaciones en Argentina, encabezadas por el padrino H茅ctor Magneto, se encarg贸 de seducir a figuras hist贸ricas, para entonces conversos, como Jorge Lanata (uno de los fundadores de 笔谩驳颈苍补12) y otros mercenarios para apuntar y tirar contra V铆ctor Hugo Morales, para desacreditarlo a cualquier precio y por cualquier irrelevante dicho o discurso, en la promesa de alg煤n rating salvador o de alg煤n best seller destinado al olvido, mariposas de siete d铆as. Una nueva campa帽a contra el zurdo peligroso que no entiende la neutralidad del periodismo servil鈥昿ara denigrarlo, es decir, para ennegrecerlo, en lenguaje esclavista. 

Para concluir, lo del principio. V铆ctor Hugo Morales fue siempre un hombre de izquierdas (con todas las ambig眉edades, contradicciones, discusiones, cr铆ticas, negaciones y pasiones de propios y ajenos que conlleva cualquier definici贸n pol铆tica aplicadas a cualquier individuo e, incluso, a cualquier grupo o partido pol铆tico), pero nunca fue un te贸rico de ninguna ideolog铆a, ni un militante armado o desarmado de alg煤n grupo revolucionario. Al poder, a sus escuderos, bufones y testaferros siempre les incomod贸 eso mismo: su inexplicable talento de comunicador (es decir, de traductor de los sentimientos de medio pueblo) que convert铆a en 茅xito todo lo que tocaba. Por alguna raz贸n que no vale la pena intentar explicar, solo su voz atra铆a y contin煤a atrayendo la tenci贸n de millones de personas. 

No creo que haya otra explicaci贸n para la obsesi贸n pol铆tica, ideol贸gica y hasta los celos profesionales que ha despertado en diferentes momentos hist贸ricos y en diferentes personas, desde la pol铆tica hasta el periodismo. 

Queda una pregunta que nunca ser谩 contestada con algo de sinceridad. 驴Nunca les dio un tantito as铆 de verg眉enza poner todo un aparato dictatorial de un pa铆s, todo el poder comercial de conglomerados medi谩ticos y todo el entusiasmo de aspirantes a estrellas fugaces contra un solo hombre鈥晊 fracasar con disimulado estrepitoso?

 

, nov 2025

 

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